07 febrero 2012

Los tímidos también brillan

Cuando piensas en un líder, por lo general la imagen que viene a tu mente es la de alguien como Jack Welch o Bill Clinton, sociable, estimulado por las multitudes. Las organizaciones tienden a celebrar y a promover las personalidades extrovertidas, en oposición a los introvertidos, quienes extraen energía de las ideas o de las interacciones uno a uno. Esas personas calladas a menudo no tienen tanta visibilidad dentro de las compañías, pero según algunas estimaciones, los introvertidos constituyen la mitad de la población. Es una enorme cantidad de talento excluida de la jerarquía ejecutiva.

Pasan desapercibidos. El ignorar a los tímidos es el equivalente a la exclusión de las mujeres, y una situación que refleja la misma falta de visión, advierte Susan Cain, autora del nuevo libro ‘Quiet: The Power of Introverts in a World That Can't Stop Talking' (título que podría traducirse como ‘El poder de los introvertidos en un mundo de parloteo').

"Hay un prejuicio en nuestra cultura contra la introversión", sostiene Cain. Para usar el lenguaje de Betty Friedan y la Mística femenina, "es un problema en nuestra cultura que no tiene nombre" extendido, pero pocas veces discutido, al menos hasta hace poco. En efecto, los introvertidos que intentan hacer carrera enfrentan obstáculos. Las empresas, como parte de sus procesos de reclutamiento, aplican test de personalidad que parecen diseñados para rechazar a los introvertidos.

Potencial a explotar. Si sobrevives a esa prueba, pronto descubrirás que "la mayoría de los sitios de trabajo están configurados para la máxima estimulación", indica Cain. Alrededor del 70% son oficinas de espacios abiertos, donde la gente debe convivir con "el ruido y las miradas de sus compañeros de trabajo todo el día".

Las compañías tienen una "desproporcionada fe en el poder de las reuniones y las lluvias de ideas," y suelen promover a las personas que se hacen notar, las que acostumbran hablar antes que todos (tengan o no algo importante que decir). En consecuencia, "la mayoría de nosotros, a una edad temprana, aprendemos a actuar más extrovertidamente de lo que somos".

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