30 abril 2012

Caída en la calidad laboral

Carlos Herbas tiene 37 años, es médico de profesión, hace más de 10 años que egresó de la carrera y pese a haber desarrollado cursos en España, no ha logrado ingresar al mercado laboral. En los hospitales públicos, según Carlos, el salario no es motivador porque un ítem que le ofrecieron en su momento fue de apenas Bs 2.500. En las clínicas privadas el sueldo que quisieron pagarle fue en función a porcentajes, situación que lo desanimó, y optó por vivir de los alquileres de sus viviendas. Desde entonces, espera paciente y sin complicaciones a que cada mes los comerciantes que arriendan las piezas ubicadas en pleno mercado La Ramada honren sus deudas. No es novedad que miles de profesionales, como Carlos, se dediquen a actividades que engrosan el 70% de los que viven del trabajo propio o del sector informal. Para el analista económico, Marco Antonio del Río, el Gobierno ha tratado de mantener el poder de compra de la gente que gana un salario mínimo, para la que "los incrementos significan mucho porque perciben poco". Pero aclara que para los niveles de mayores ingresos, se ha ido deteriorando la percepción económica. En Bolivia el mercado laboral no abarca más del 30%, es decir obreros y empleados. El resto, o sea el 70%, vive de su propio trabajo o del sector informal. No obstante, el sector público ha ido incrementando las contrataciones, pero las condiciones no son las más beneficiosas porque hay vinculaciones en la condición de consultores externos, quienes no reciben beneficios sociales. "Y tampoco son salarios estables, tienen cierto grado de precariedad", dijo el analista. Promesas sin cumplir. Para el experto en economía, Julio Alvarado, el sector laboral recibirá el Primero de Mayo con una "situación amarga" por la decepción de un proyecto de Gobierno que les prometió mejores condiciones de vida. Pero la realidad es diferente porque el sector formal es cada vez más pequeño, porque se fomenta la producción externa, y la importación, lo que elimina puestos de trabajo y obliga a la gente a dedicarse a la informalidad, donde no percibe beneficios sociales y no cuenta con seguros de salud ni jubilación. Dijo que el único sector que en Bolivia está sin problemas es el ilícito, el del contrabando y el narcotráfico. Añadió que, según las últimas estadísticas de algunas instituciones, los ingresos de una familia cocalera están alrededor de los Bs 7.000 mensuales como mínimo. Un asalariado logra percibir un promedio mensual de Bs 2.500. Según el analista, este es un Gobierno que castiga a los profesionales, los desincentiva en el afán de mantener los sueldos y salarios a nivel de aquellos que no están calificados o los técnicos. Calidad de empleos. La pérdida de calidad del empleo es una tendencia que se reafirma año tras año. De un período en el que predominaba la estabilidad laboral dentro de un modelo de relaciones laborales reguladas política y socialmente (hasta antes de 1985), se ha pasado a otro –el neoliberalismo, aún vigente– que dejó que las fuerzas del mercado actúen sin traba alguna, empeorando las condiciones laborales de la población, dice la investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), Silvia Escóbar. Según un informe del Cedla, al finalizar el 2010, 5 de cada 10 trabajadores tuvieron un empleo inestable, con ingresos que no les alcanzaba para alimentar a sus familias y sin aportes a la jubilación. En el 2001, esta condición de los empleos alcanzaba a 2 de cada 10 trabajadores. En materia de calidad, estamos peor, dice la investigadora. En el año 2009, de acuerdo a los datos del INE, el 40% de la población ocupada en el país estaba asalariada: 55% en el área urbana y 16,5% en el ámbito rural. Este dato muestra un incremento significativo de asalariados respecto al año 2000. El trabajo asalariado, por tanto, y especialmente en el área urbana, ha pasado a ser fundamental como fuente de subsistencia para una gran parte de la población y también como fuente de generación de valor en beneficio de una mayor acumulación de capital. En el área rural, el trabajo asalariado tiende a crecer debido a los procesos de diferenciación campesina, la ampliación de servicios sociales del Estado y la expansión de las actividades agroindustriales y rurales no agrícolas. El año 2010, de acuerdo al Cedla, la población asalariada en las ciudades del eje central alcanzó a 887.000 trabajadores, equivalente al 52,4% con relación al total de ocupados. Los hombres constituyeron el 60% y las mujeres casi el 44% con relación al total de ocupados en cada género. Ref. Foto. La mayoria de la población vive de su propio trabajo o del sector informal en el país. Continúa la inestabilidad laboral El empleo asalariado no es garantía de trabajo seguro y estable. Si bien el 2010, el 60% de los asalariados en las ciudades del eje urbano nacional tenía un contrato de trabajo por tiempo indefinido, un 40% contaba con empleos eventuales, temporales y a contrato fijo. La mejora relativa se explica más por la caída del empleo temporal en ciertas actividades exportadoras, que por el incremento real de puestos de trabajo permanentes. En general, si bien la manufactura contó en 2010 con una mayor proporción de asalariados permanentes con relación al promedio general, esta característica no se extiende a otros sectores. En efecto, en el sector privado la cantidad de asalariados estables se ubicó por debajo del promedio (55%), tanto en el segmento empresarial como semiempresarial. En la construcción solo el 24% contaba con contratos indefinidos y el 44% en el caso del transporte y comercio. La inestabilidad laboral, continúa siendo un tema de preocupación.

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