16 noviembre 2014

La apatía de un NINI




La vida de José Luis Flores transcurre desde hace tres años entre su cuarto y el salón. Es de Cádiz, la provincia española con más paro.

Domingo de octubre. Pasada la medianoche, mientras la mayoría de los españoles se retira a dormir para encarar el lunes, en la barriada de Loreto, en Cádiz, José Luis Flores (23 años) ve tranquilo en la televisión el debate sobre Gran Hermano. A las 02.30, Selu —como le llama todo el mundo— se encierra en su cuarto y enciende la PlayStation 4 para echar unas partidas a su nueva pasión, el juego de fútbol FIFA 14, en el que uno forma su equipo eligiendo jugadores reales de las distintas ligas. Gracias a su mejor inversión —el delantero nigeriano del Villarreal, Uche— gana un montón de partidos. A las 04.30 apaga la luz.

La vida de muchos jóvenes españoles que se han quedado atrapados por la crisis transcurre despacio, como si sus días se repitieran en bucle. Son los ninis (ni estudian ni trabajan), cuyo número ha aumentado con paso firme. El 25% de los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años ni estudia ni trabaja frente al 15% de la media de la OCDE, según el informe Panorama de la Educación 2014 presentado en septiembre. España, en este estudio, se sitúa como el país europeo con más ninis.

Como para tantos, la única esperanza que vislumbra es lograr un enchufe

No tienen ninguna ocupación el 31% de los que no alcanzaron la educación secundaria en España (frente al 15% de media de la OCDE); el 20% de quienes se han titulado en enseñanza obligatoria (frente al 16% en los países desarrollados) y el 23% de los universitarios (13% en la OCDE). Muchos, sobre todo los licenciados, han salido de España para buscar trabajo. Pero la mayoría de los menos formados siguen en casa de sus padres.

Flores es uno de esos jóvenes y su bloqueo tiene origen en el fracaso escolar. Cuando pasó a secundaria empezó a encadenar suspensos. Repitió primero. Luego segundo. Después tercero. Meses más tarde intentó hacer un módulo de administración. Pero abandonó. En septiembre de 2011 se apuntó a una escuela para adultos donde cumplió con la exigencia de su madre y se sacó la secundaria.

Los ninis como él, con menos formación (no tienen el Bachiller), son especialmente numerosos. No dan un paso adelante. Muchas veces porque no pueden plantearse pagar los cursos que les sacarían del ahogo formativo y quizá laboral. Estar en esta situación en Cádiz ha aniquilado completamente la voluntad de Flores de buscar un empleo. La tasa de paro de la provincia es la más elevada de España, un 42,4%, muy por encima de la media española (24,4%, según datos del segundo trimestre de la Encuesta a la Población Activa). La tasa de desempleo juvenil (para menores de 25 años) es también la segunda más elevada del país, un 69,2%, tras Palencia (aunque el dato de la ciudad castellana está sujeto a errores de muestreo por ser escasos los encuestados).

Desde hace tres años, Flores ya no busca trabajo. Y apenas mira cursos de formación. Al principio se apuntó al paro por si acaso le ayudaba en algo. Al año le caducó el carnet y ni se molestó en renovarlo. Cinco años más tarde ha vuelto a pisar una oficina del INEM. “Pregunté si podían ayudarme a encontrar algo para formarme y me dijeron que hablara con una de sus asesoras. Fue hace un mes y todavía no he ido. Me da flojera, no veo que me vaya a ayudar en nada”, dice.

Hace poco encontró por su cuenta un curso de vigilante de seguridad que le interesó. Era de Comisiones Obreras (CC OO) y gratuito, un punto positivo para su madre, que, con su puesto en una confitería familiar, llega con dificultad a fin de mes. Pero debido a los pocos puntos de formación que consiguió, se quedó fuera. Su confianza en un cambio de su suerte es prácticamente nula. Cree —y lo dice sin rastro de indignación, con la misma fe con la que confía en que mañana saldrá el sol— que su única esperanza es lograr un enchufe. “El tío de un amigo tiene una empresa de seguridad. A lo mejor por ahí...”.

Entre sus amigos hay tres jóvenes en su misma situación. Tienen entre 22 y 24 años, y todos han logrado empleos temporales en algún momento por esa vía. Uno de ellos trabajó durante unos meses de camarero en un bar de su padre. Otro en un astillero gracias a su suegro. El último es el sobrino del dueño de la empresa de seguridad en el que confía Selu. Los tres esperan que les vuelvan a llamar algún día.

Flores pasa su tiempo puertas adentro. Entre su cuarto y el salón. Apaciblemente. Se acuesta tarde. Se levanta tarde. Ve la televisión —el lunes comió viendo Deportes Cuatro seguido de dos episodios de La que se avecina, tres de The Big Bang Theory y uno de Cómo conocí a vuestra madre— y sigue gratuitamente programas en webs como Seriesly, donde terminó hace poco Breaking Bad, o Biophobia, donde ve partidos de fútbol. De vez en cuando sale al exterior. Los lunes echa un partido de fútbol con sus amigos en San Fernando. Y también va dos veces a la semana a Body Fitness, un gimnasio cercano en el que ha esculpido sus brazos levantando pesas. “No me sale ir buscando trabajo por ahí”, dice en el salón de su casa. “Por vergüenza, por flojera, por una mezcla rara. Veo mi futuro muy negro. Sin trabajo ni estudios, imagínate. Pero no lo quiero pensar demasiado”, señala.

Mantenidos

Como a la mayoría de los ninis, le mantiene su familia, en su caso, su madre, Mari Carmen, de 53 años, separada, alegre y llena de vitalidad. Es ella quien paga los 32 euros mensuales del gimnasio y fue también ella quien le adelantó los 160 euros que le faltaban para comprarse la consola (él logró 240 al vender el modelo anterior). Por suerte, su hijo no es “derrochador”. Viste unas zapatillas New Balance falsas y bebe Pepsi en vez de Coca-Cola. “Botellita a botellita, ahorras”, asegura él. Selu se confiesa apolítico (votó en una ocasión y no recuerda si lo hizo a favor del PP o del PSOE), pero en estos momentos solo confiaría en Podemos: “Por ver si cambia algo”. Su madre coincide con él: “Políticamente, paso. En la ciudad de Cádiz hemos tenido al PSOE, al PP, y luego de nuevo al PSOE y al PP. Son todos iguales. Yo ahora votaría a Podemos. Es el que mayor confianza me da”. Para cenar, Selu espera a su madre. Mari Carmen llega pasadas las 22.30 enfadada porque esa tarde el banco ha querido cobrarle tres euros de comisión por ingresar sus gastos de comunidad. Tras preparar la cena, se sienta ante el televisor: “En Cádiz es imposible tener esperanza”, reflexiona mientras cena un sándwich y su hijo una pizza. “Nos hemos quedado sin astilleros y sin fábricas. Por otro lado, a mi hijo no me lo imagino de fontanero o de albañil”, reconoce. El propio Selu dice que solo se ve de monitor de gimnasio o de vigilante de seguridad. “La juventud no tiene alicientes. Si mi hijo tuviera algo, se le pasaría la vaguería. Una novia. Un trabajo. Algo para que arranque. Pero ganas de vivir tiene muchas, ¿eh?”, recalca ella.

Tras ver TopChef, Selu se retira a su cuarto a jugar con la Play. El juego busca aleatoriamente algún internauta del planeta contra el que medirse. El elegido es un tal Teo Pac; no sabe de qué país es pero comprueba que todos sus jugadores son de la liga inglesa. Empieza la partida. En bastante poco tiempo, Uche marca cuatro golazos. Teo Pac reacciona y marca tres tantos. Uche marca un quinto gol. Y acaba el partido. Los puntos van a su hucha personal: quiere ahorrar lo suficiente para comprar a un jugador como Benzema. Su principal preocupación por el momento.

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