14 junio 2016

Longevidad de los trabajadores presenta problemas para empleadores y gobiernos

Los británicos reciben un mensaje de la reina cuando llegan a su cumpleaños número 100. Hace una década, un asistente enviaba las cartas. Hoy en día, se necesitan siete.

En Japón, los que lleguen a un siglo reciben un plato de plata. En 1963, recibieron uno de éstos, 153 personas. En 2014, la cifra fue de 29.350. El año pasado, el Gobierno dijo que estaba reconsiderando los regalos.

Como Lynda Gratton y Andrew Scott dicen en su estimulante libro, The 100-Year Life (Cien años de vida), los centenarios ya no son algo extraordinario.

Un niño nacido en un país rico hoy en día tiene una probabilidad de más del 50 por ciento de llegar a cumplir 105 años. Alguien mayor de 60 ahora, tiene una buena oportunidad de vivir más de 90 años.

El libro está lleno de creativas ideas sobre cómo los mayores de 60 pueden vivir el último tercio de su vida, con trabajos de cartera, activismo comunitario y amistades entre generaciones.

Los autores también dejan claro que esto probablemente va a ser el futuro sólo para los ricos y mejor educados.

Los demás tendrán que valerse por sí mismos y ahorrar mucho dinero. Los autores dicen que si los trabajadores jóvenes de hoy en día ahorran el 11 por ciento de sus salarios (una perspectiva desalentadora) tendrán que trabajar hasta los 85 para tener un ingreso de jubilación decente.

Thomas Hobbes escribió en 1651 que la vida era "desagradable, brutal y corta". Para muchos, dicen Gratton y Scott, la vida será desagradable, brutal y larga.

Plantean propuestas sensatas sobre cómo las empresas pueden ayudar a sus empleados mayores a vivir una vida más feliz. Los empleadores deberían facilitar la transición entre el trabajo de tiempo completo a jornadas más cortas, dando al personal de todas las edades la flexibilidad de pasar más tiempo con los hijos, nietos o, en estas largas vidas, bisnietos.

Las empresas pueden llegar a ser "agnósticas sobre la edad", considerando a quienes se adaptan a una función particular, independientemente de su edad.

Estos son escenarios creativos y optimistas, y temo que veremos muy pocos de ellos. Las empresas son instituciones notablemente conservadoras.

Durante décadas, no han logrado proporcionar carreras productivas a las madres que regresan a la fuerza laboral. Muchas están demostrando resistirse al deseo de los nuevos padres a asumir su parte y tomar permiso parental.

Desde hace mucho tiempo ha sido una práctica común de las empresas explotar al personal, y después deshacerse de ellos cuando se vuelven cincuentones y sesentones. Los aumentos de salarios en los últimos años han hecho que los trabajadores mayores sean caros. Estos trabajadores también bloquean la promoción de sus colegas más jóvenes.

Hasta hace poco, debido a las pensiones, muchos estaban dispuestos a irse. Aunque los ejecutivos se quejan acerca de lo inasequibles que son estas pensiones para los empleadores, eran una buena herramienta para persuadir al personal a retirarse con gracia.

Sin embargo, las pensiones están desapareciendo. No van a volver, y pocas empresas parecen haber entendido las consecuencias.

Los trabajadores que una vez pudieron haber sido convencidos a jubilarse se resistirán a irse, no porque quieran seguir trabajando, sino porque no tienen otra opción.

Sus ahorros y pensiones personales serán demasiado insignificantes para poder vivir.

Muchos tendrán que seguir trabajando a tiempo completo hasta cumplir 70 u 80 años. Las carreras de cartera, la educación y eventos vecinales no serán para ellos.

Algunos podrían argumentar que, en las sociedades que envejecen donde está disminuyendo el número de jóvenes, las empresas necesitarán a los trabajadores mayores. Pero con muchos puestos de trabajo siendo reemplazados por los programas de ordenador y robots, el impulso para deshacerse de la gente va a crecer.

Pero aquellos empleados con 30 años de vida activa por delante no se irán en silencio cuando vean cuán poco dinero tienen para el resto de sus vidas.

Los trabajadores actuales de 50 y 60 años son un grupo formidable y forman una gran parte de la población. Crecieron en la era de la conciencia política y la acción colectiva, y tienen leyes contra la discriminación de edad a su favor. Si las empresas se las arreglan para forzarlos a irse, los trabajadores van a convertirse en un problema para los gobiernos. No sólo hay un montón de ellos, sino que también votan en una proporción mucho mayor que las generaciones más jóvenes.

Aumentar las pensiones públicas a un nivel que los ayude a jubilarse cómodamente será imposible para los gobiernos.

Como dicen Gratton y Scott, la vida de 100 años es, en muchos sentidos, una bendición. Sin embargo, para la mayoría, va a ser difícil de financiar. Pondrá a los trabajadores mayores de edad en contra de sus jefes y sus gobiernos. Veo que viene una gran batalla. Pocos de los responsables de las empresas o los gobiernos parecen estar listos para hacerle frente.

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