Dependencia externa: La crisis internacional y la suspensión de convenios de exportación al mercado estadounidense golpearon a las principales industrias y empujaron a disminuir las condiciones laborales de su personal.
La industria manufacturera de las ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz sigue una “tendencia a la precarización de las condiciones de trabajo, que se resumen en la inestabilidad laboral, los bajos salarios, variables y pagados con retraso y la extensión de la jornada laboral más allá de las ocho horas”, expresa un estudio publicado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA).
Con el título de “Industria y manufactura. Los sindicatos frente a la precariedad laboral”, y con la firma de la investigadora Silvia Escóbar, el CEDLA visitó centros industriales en las tres ciudades principales, habló con obreros y dirigentes, entre los años 2007 y 2009.
El trabajo tiene el respaldo de la Confederación General de Trabajadores Fabriles de Bolivia (CGTFB) y el Fondo de Cooperación al Desarrollo Solidaridad Socialista (FOS).
Entre las conclusiones, Escóbar destaca que las prestaciones sociales a los dependientes de las industrias bajan, mientras que la desigualdad de género en el trato se hace evidente.
La situación laboral en el sector industrial es atribuida por los dirigentes al “debilitamiento cualitativo de la organización sindical para la representación de los intereses de los afiliados y sus luchas por la transformación social”.
El análisis observa las “formas atípicas de contratación” que tienden a “fragmentar a los obreros, disminuyen las posibilidades de representación, se quiebra la solidaridad y merma la participación sindical, afectando la capacidad de negociación colectiva y de presión”. El estudio identifica entre las causas a la “débil capacidad competitiva de la industria manufacturera y la aplicación generalizada de mecanismos de explotación de la fuerza de trabajo como medio para mantener o elevar las tasas de ganancia empresarial a costa de la extensión de la jornada laboral”. La industria manufacturera, en 2007, consiguió una participación en el Producto Interno Bruto (PIB) del 17 por ciento, con una fuerte presencia de los alimentos, textiles y la manufactura de prendas de vestir, que en su conjunto ocuparon un 45,6 por ciento.
Para el año en que comenzó la investigación (2007), el sector industrial generaba el 15,7 por ciento del empleo urbano, mientras que en las ciudades del eje alcanzó a 17,7 por ciento. Unas 281.000 personas eran ocupadas en las principales capitales, con un incremento del 25 por ciento en comparación con el año 2000.
El examen a la industria señala dos fases: la primera comprende el ciclo de estancamiento y retroceso, desde fines de 1999, como efecto de la crisis asiática y de la devaluación de la moneda brasileña, que se prolonga hasta el año 2002.
En ese periodo se encuentran los textiles y prendas de vestir, las bebidas, el tabaco, la madera, los muebles, productos refinados de petróleo y minerales no metálicos (cemento).
“En este periodo se asiste a un proceso intenso de expulsión de la fuerza laboral a la vez que se reducen los salarios reales y aumenta la explotación de los trabajadores que permanecen ocupados”, señala el informe.
En el mercado interno, observa una caída del consumo en los hogares por efecto del aumento en la desocupación y el deterioro real de los salarios que es señalado como causa de una contracción general de la producción con destino al consumo interno.
Para el segundo ciclo, de recuperación, comprendido entre 2003 y 2008 inclusive, identifica a los alimentos, como los aceites comestibles, el azúcar o derivados de soya; bebidas; tabaco; refinados de petróleo y el cemento como los motores del crecimiento productivo.
Con una recuperación notable, los textiles y prendas de vestir son favorecidos por Estados Unidos a través de la Ley de Preferencias Comerciales Andinas y de Erradicación de la Droga (ATPDEA).
“Esta dinámica estuvo acompañada por el aumento en la demanda de trabajo con predominio de las formas de contratación eventual, a través de las subcontratación en planta y de terceros, mientras persistían los bajos salarios y la extensión de las jornadas de trabajo”, anota.
Ese diagnóstico coincide con “el nuevo ciclo de crecimiento favorecido por los equilibrios macroeconómicos en áreas fiscal y externa, y beneficiado por un incremento en los ingresos del sector hidrocarburos y los precios internacionales de las materias primas”.
Las exportaciones de manufacturas recibieron beneficio directo del incremento de precios de materias primas y los acuerdos regionales de comercio, aunque se concentraron en pocas empresas. La gran industria manufacturera y moderna, con una producción dirigida a Estados Unidos y a mercados regionales, cobra vigor. Las exportaciones de alimentos generaron en 2007 un total de 145 millones de dólares, más del doble que las prendas de vestir y textiles en general.
Los textiles, según el estudio, consiguieron exportaciones por 69 millones de dólares, pero se advierte la debilidad de una “volatilidad en su inserción externa” por su fuerte dependencia del mercado norteamericano. Finalmente, las amenazas del cierre del acuerdo ATPDEA y el final del ciclo comercial al amparo de este acuerdo acabaron el trayecto exportador.
Muchos productos dirigieron sus bienes al mercado extranjero para obtener mejores precios, pero en el momento en que se cierran las vías protegidas con acuerdos comerciales, no tienen la opción de obtener compensación porque el mercado interno carece de capacidad de compra y de ofrecer precios competitivos.
El inicio de la caída de las exportaciones y el aumento de las importaciones “parece inaugurar un déficit crónico en el saldo comercial manufacturero y principalmente en los rubros de textiles y prendas de vestir”, explica el estudio.
La investigadora Escóbar, en el diagnóstico de la forma en que operó la industria, señala los momentos cumbre y los que indican síntomas de debilidad, con la finalidad de llevar a una mejor comprensión de la situación del empleo y las condiciones laborales de los obreros.
Afirma que la mayor presión a las industrias manufactureras se generó en la crisis internacional que motivó ajustes en el mercado laboral.
“Una de las lecciones aprendidas de la crisis del pasado es que sus consecuencias recaen con más fuerza sobre los trabajadores y se expresan en deterioros en sus condiciones de trabajo difíciles de revertir”, afirma.
Los nuevos empleos no van a ritmo
En los años 2000, la generación de empleo en la manufactura ha estado por detrás de la expansión del producto, tanto en el ciclo de recesión como de recuperación económica, en particular en este último, afirma la investigadora del CEDLA Silvia Escóbar.
Entre 2004 y 2007, cuando el producto manufacturero creció a una tasa promedio del 5,6 por ciento, el empleo sectorial apenas aumentó a un ritmo de 2,6 por ciento anual, afirma, y atribuye esta tendencia a varios factores, entre ellos la existencia de pocas industrias de gran capacidad que comparten el mercado con pequeñas unidades de producción, basadas en modelos de cooperación simple y productores mercantiles simples.
El mayor peso se halla localizado en las industrias grandes abocadas a la producción de textiles y alimentos, que incluye a la industria moderna, localizadas en los departamentos de Santa Cruz y La Paz.
En el año 1992, el 50 por ciento del empleo y el 80 por ciento del valor de la producción se concentraban en el grupo de empresas grandes y medianas. Esta estructura prevalece sin cambios en el crecimiento del capital fijo y en la productividad de la mayor parte de las unidades económicas, “lo que les resta competitividad y capacidad de generar nuevos empleos”. La inversión de mayor capital en las grandes industrias también incide en el aumento del volumen de producto físico.
Competitividad a costa del empleo
La producción de prendas de vestir se adapta a las condiciones de competencia del mercado, haciendo frente incluso a las importaciones, “a expensas de las condiciones de trabajo de sus ocupados”, señala el diagnóstico del CEDLA.
Ese sector se caracteriza por ser intensivo en el uso de fuerza de trabajo a bajos costos salariales, con un gran flexibilidad en la contratación y gestión de la fuerza de trabajo. En este rubro pervive la producción mercantil basada generalmente en la cooperación familiar, asentada en el manejo de técnicas artesanales y cuasi domésticas.
Luego se incluye a empresas capitalistas organizadas bajo las formas de cooperación simple y manufactura que ocupan mano de obra en diferentes escalas y en condiciones laborales diversas. Tienen, igual que las anteriores, un aporte reducido en la conformación del producto en el rubro. A partir de un proceso de concentración y centralización de capitales, está un reducido número de empresas cuyos procesos de trabajo han avanzado hasta la forma de manufactura moderna. Lideran el crecimiento subsectorial con empleo masivo de mano de obra.
La manufactura reúne más capitales
El proceso de concentración y centralización de capitales destaca en el grupo de la gran industria y manufactura de textiles.
Este factor ha llevado a ciertas empresas especializadas a producir insumos industriales que requieren tecnologías desarrolladas. Este grupo lidera la dinámica subsectorial y se diferencia en términos de su aporte en la conformación del producto. Con el tiempo, en la actividad textil han quedado atrás otras dos formas productivas: por un lado, la manufactura que subordina a una parte de la producción domiciliaria y, por otro lado, el trabajo artesanal, ambas concentradas en la producción de tejidos de punto. En este rubro también una parte de los trabajadores que formalmente aparecen como independientes combinan el trabajo por su cuenta con el trabajo para una sola empresa o capital manufacturero. No obstante los cambios que ha experimentado en su segmento industrial, la actividad textil pierde importancia en el país debido a los cambios en la demanda originados en el uso de materiales sintéticos para la producción de prendas de vestir, los que son importados de China.
Alimentos de soya están a la cabeza
La gran industria y la manufactura moderna de alimentos que procesa los productos derivados de la soya, el girasol, la caña de azúcar, además de los lácteos y cereales (molineras), impulsan la dinámica del rubro, concentrando gran parte del valor agregado, no sólo de la rama alimentaria, sino del conjunto de la actividad manufacturera. En los demás grupos de productos alimenticios, la producción se realiza bajo las formas de cooperación simple y manufactura. Solamente en el componente de productos alimenticios de consumo inmediato, la organización está basada casi exclusivamente en la forma artesanal o cooperación familiar. Se trata de un segmento que aporta de manera reducida al valor agregado del rubro pero, en cambio, contribuye de manera importante y creciente a la ocupación total. Dado el peso de los alimentos en el consumo de los hogares, éste es un ramo con uno de los crecimientos más dinámicos. Fuertemente orientado al mercado interno en sus inicios, gradualmente fue conquistando nichos en el mercado externo con una inserción relativamente estable apoyada en las ventajas arancelarias de los acuerdos comerciales andinos y del Mercosur.
El empleo en datos
Urbano. La industria manufacturera moderna del año 2007 incidía en el empleo urbano nacional con 15,7 por ciento.
Empleo. Las ciudades del eje son las que concentran a casi dos tercios de los trabajadores de la industria manufacturera.
Género. En todos los ámbitos geográficos los hombres tienen más empleos en las industrias que las mujeres.
Estadística. La industria manufacturera ocupaba en 2007 a unas 281.000 personas en las ciudades del eje del país.
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