13 junio 2016
Lo que revela el “CV de fracasos” sobre los reveses de una carrera
Johannes Haushofer, profesor adjunto de psicología en Princeton, publicó el mes pasado un currículum vitae (CV) que listaba todos sus fracasos profesionales hasta la fecha. Hizo una lista de los cursos universitarios en los que no se pudo matricular. Los trabajos académicos que no logró conseguir. Los artículos que no se publicaron. Las becas otorgadas a otros.
El resultante "CV de fracasos” fue una sensación en Twitter y se publicó en la prensa a través del mundo. El veredicto fue: ¡Tan humilde! ¡Tan inspirado! ¡Tan valiente! El fenómeno se volvió tan popular que el profesor Haushofer dijo que había captado más atención que toda su producción académica.
Aunque divertido, su CV no me parece valiente en lo más mínimo. Cuando uno es profesor de Princeton, hacer una lista de fracasos no requiere mucha valentía. Decir que la Escuela de Economía de Estocolmo lo rechazó parece más bien una burla: miren lo que se perdieron. No es humilde: es un alarde humilde.
Fracasos sin importancia
Para probar lo fácil que es estar sin cuidado sobre los fracasos cuando has tenido algunos éxitos, la semana pasada me senté a componer mi propio CV de rechazos. Me tuve que devanar los sesos, ya que mi memoria me ha hecho el favor de olvidar la mayoría de mis fracasos durante los últimos 40 años pero, por lo que yo recuerdo, es algo así.
En 1977 no fui aceptada por las universidades de Exeter, York y Essex para un grado de bachiller en economía.
En 1981 Boston Consulting Group, Bain, Shell, BP y la Tesorería me rechazaron para el puesto de aprendiz graduada. Dos años más tarde no logré conseguir empleos en el Times, el Telegraph y (creo yo) el Evening Standard. En 1985 me rechazó The Economist y en 1987 no logré ganar la beca Lawrence Stern en el Washington Post.
En 2004 y 2010 novelas consecutivas fueron rechazadas por numerosas casas editoriales en varios países. En 2015 me entrevistaron para puestos en las juntas directivas de ITV, British Land y Belmond, y todas me dieron pulgares abajo. Y de 1985 al presente he dejado de ganar tantos premios de periodismo que hacer una lista de todos llenaría la mitad de este periódico.
El fracaso sin fracasos
Al estudiar mi CV de fracasos, lo más interesante es el larguísimo periodo en el cual no parezco haber fracasado en nada. Del 1991 al 2004 no recibí casi ningún rechazo. Si embargo, lejos de ser la etapa más exitosa de mi carrera, fue la más inactiva. Estaba criando niños, tratando de mantenerme a flote en el Financial Times y en general intentando seguir adelante.
Eso muestra que si el CV de fracasos es muy corto, eso en sí es un fracaso; significa que probablemente no te estás esforzando. Si, por otra parte, es muy largo, eso podría significar que no tienes remedio; o que simplemente estás apuntando demasiado alto. Para cada uno de nosotros hay una proporción perfecta de rechazos y aceptaciones, probablemente como de cuatro a una. Si es menos de eso, probablemente no te estás arriesgando lo suficiente.
Lo próximo que se me ocurre es que no todos los rechazos son iguales. Algunos son muy dolorosos (como cuando un detestado rival ganó un premio que yo anhelaba) y algunos ni se sienten. Los fracasos seguidos por éxitos dejan de tener importancia al instante. Ya que sólo puedes desempeñar un solo empleo o estudiar para un solo título universitario a la vez, los que se escaparon carecen de sentido. Me importó no conseguir el empleo en The Economist hasta que conseguí uno en el Financial Times, cuando me dejó de importar por completo.
Rechazos reales
Cuando les pregunté a mis colegas sobre sus CV de fracasos, muchos reportaron algo similar. A ninguno le importaba un rechazo de parte de la BBC o Relaciones Exteriores, pero algún rechazo inicial en la escuela, casi siempre en deportes, era lo que todavía les amargaba la vida. Mi esposo siempre alegaba que no haber podido ingresar como jugador titular del equipo de cricket de Eton fue el mayor golpe que recibió en su vida, y que fue el motivo de su rebelión contra el orden establecido durante los siguientes 20 años.
El CV convencional no comunica dolor ni explicación. El profesor Haushofer ofrece la alentadora idea de que la mayoría de los fracasos no son otra cosa más que mala suerte, ya que el mundo es estocástico, las solicitudes son juegos de dados y los comités de selección cometen errores frecuentemente.
No estoy segura si ésta es la manera correcta de ver esto. Si pienso de nuevo en mis fracasos, recuerdo inventar historias consoladoras para explicarlos, diciéndome a mí misma que el proceso era arbitrario, o que yo había hablado con demasiada franqueza, o que simplemente no era mi turno.
Sin embargo, mirando mi CV de fracasos se me ocurre una explicación más plausible. En casi todos los casos yo fracasé porque había alguien que entregó una solicitud más sólida o que realizó una mejor entrevista.
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