27 septiembre 2015
La calle, la dura escuela de los niños trabajadores en Tarija
En Tarija el trabajo infantil es una realidad que se puede observar día a día en diferentes lugares de la ciudad y con diferentes protagonistas: niños, niñas y adolescentes que cumplen diferentes funciones en el mercado laboral de la capital tarijeña.
El denominador común en la experiencia de vida de los niños que trabajan es la necesidad económica que repentinamente enfrenta al niño o niña con la realidad de que hay que trabajar para obtener dinero, por lo que se produce un momento en el que asume consigo mismo la responsabilidad de trabajar para apoyar a la familia.
“Los casos varían, hay niños que solos deciden trabajar, son la mayoría y otros que son obligados pero para todos al principio es difícil, porque les da vergüenza”, comenta Dayana Ivanovich, delegada de la Organización Independiente de Niños, Niñas y adolescentes Trabajadores de Tarija (OINATS).
Ese momento inicial que puede ser traumático cede ante la increíble capacidad de adaptación de los niños y adolescentes a esa nueva realidad. “A mí me gustaba mucho trabajar, me acostumbré rápido, pero sé que no siempre es así, hay niños que sufren mucho porque en la escuela se burlan de ellos, les dicen: te he visto vendiendo bolsitas en el mercado y se ríen, ellos se sienten mal y a veces lloran”, relata un menor.
Este tipo de situaciones motivan que los niños que trabajan se busquen amigos de su misma situación en el colegio y se agrupen espontáneamente. Probablemente esta realidad haya sido la impulsora de la OINATS, la organización que los aglutina.
Mientras más jóvenes es más difícil que puedan analizar y comprender su propia realidad, lo cual mejora a medida que pasa el tiempo y crecen. Así comienzan a valorar sus experiencias desde una perspectiva más madura y muchas veces incluso positiva.
“El trabajar nos hace madurar, nos vuelve responsables en muchas cosas, a mí me ha gustado mucho conocer la organización y que me escojan como delegada. Para mí es una experiencia bonita y quiero hacer muchas cosas, actividades para los niños”, comenta entusiasmada Dayana.
Los niños trabajadores son solidarios y se cuidan entre ellos, es una experiencia que los vuelve muy sensibles ante la realidad de aquellos que están en su misma situación.
La declaración de Claudia Choque para la investigación “Situación y perspectivas laborales de niño/as y adolescentes trabajadores (NATs) en la ciudad de Tarija” dirigida por el sociólogo e investigador, Daniel Vacaflores, engloba la incidencia positiva del inicio temprano en el mundo laboral de los niños y adolescentes.
“He aprendido a valorar más lo que tengo, a administrar mis recursos, a valorar mi trabajo, todo lo que tengo, valorar mi estudio porque me costaba. ¿Para qué voy a ir al colegio si no lo voy a aprovechar? Valorar lo poco que tengo, hay personas que no tienen. Valorar la vida, y mi familia (mis hermanos). A diferenciar lo malo de lo bueno. Hemos crecido en las calles y sabemos lo peligroso y no peligroso. La calle nos ha hecho fuertes a nosotros para enfrentarse a todo lo que nos venga en la vida. Ya lo hemos vivido todo, como observadores o protagonistas”, afirma Claudia.
Uno de los aspectos negativos es la falta de tiempo para el juego, sin embargo los niños encuentran los espacios en su apretado horario entre la escuela y el trabajo. “Ellos encuentran la forma de jugar a ratitos mientras trabajan, como las niñas que hacen jueguitos con sus manos y se distraen un poco” explica Dayana.
Hay niños que aprovechan espacios durante el medio día, o un momento al finalizar la tarde o los fines de semana para dedicarse a lo que más les gusta jugar y en muchos casos para practicar algún deporte de su preferencia.
Según Dayana Ivanovich, nunca ha escuchado a un niño quejarse de su realidad. “Siempre están conformes, tal vez esos a los que los han obligado a trabajar pero la mayoría no, no se quejan del trabajo”, afirma.
Por lo demás, los niños que trabajan son chicos y chicas completamente normales con diferentes sentimientos sobre su realidad, que dependen de sus experiencias de vida o familiares individuales y que se ven obligados a madurar mucho más temprano y rápidamente que sus pares. Tienen, de acuerdo a la investigación de Vacaflores “una variedad de gustos tan amplios como también tan comunes, siguiendo la moda y aferrados a los símbolos de estatus que su grupo y su generación identifican como tales”.
Cuando se intenta hablar con ellos sobre su situación de niños trabajadores se los percibe muy conscientes de su rol y miran al interlocutor un poco con una especie de desconfianza hasta que se cercioran de que hay respeto hacia ellos y su actividad laboral.
Los niños y adolescentes trabajadores sólo tienen el trabajo en común luego tienen diferentes problemas, diferentes familias, diferentes tratos. Para ellos, lo más importante es el estudio, después es el trabajo para darle a la familia o para uno mismo. Después si les gusta el deporte también practican deporte como Luis Miguel Chambi, quien participó de la investigación y es un adolescente trabajador.
“En mi barrio practicamos fútbol y futsal, a veces nos llevan a otros barrios por contritas. Mi visión es de ayudar a la familia. Otros se sienten bien, otros se sienten decepcionados porque los discriminan, pero tienen que aguantar porque trabajo es trabajo”, afirma.
“Según su posición económica, no tratan de vestirse como lo que no son, y en el colegio decimos directamente las cosas que no podemos hacer o tener. Tratan de hacer alcanzar su plata para todo lo que necesiten, son responsables, conscientes, saben cómo defenderse en las calles. No le temen a hacer frente a la vida, porque desde muy pequeños hemos aprendido cómo pelear la vida. Su escuela ha sido la vida. A los NATs no hay que tenerles lástima ni pena; hay que valorarlos, respetarlos y darles su lugar. Yo era feliz en mi lugar de trabajo, jugaba, reía”, explica.
Añade que los NATs son felices en las calles. “No están haciendo nada malo ni nada denigrante. Nos gustaba la música moderna, tratábamos de pegarnos a la moda y también la música folklórica que nunca se pierda, apreciar lo nuestro y después lo externo. Todas sabíamos bailar. Seguíamos la moda como todos los adolescentes”, cuenta.
La escuela al margen de esta realidad
Un aspecto que afecta negativamente la realidad de los niños trabajadores es el hecho de que en la escuela encuentran poca comprensión de parte de los profesores. Generalmente los niños trabajadores priorizan el estudio y se esfuerzan “pero son esos niños los que llegan tarde a clases, cansados, sucios, o con los cuadernos manchados”, explica Daniel Vacaflores. Allí se encuentran con un sistema educativo que no está diseñado para ellos.
El problema inicial es la discriminación a la que se enfrentan sin que se haga mucho al respecto desde las autoridades de las unidades educativas ni los maestros.
“Mis mejores amigos fueron aquellos que tenían la misma realidad que mí. No me iba donde los compañeros que tenían todo. Con mis amigos no me sentía excluida porque teníamos una realidad común. Siempre he tratado de poder relacionarme bien con todos, pero siempre había un rechazo de los demás hacia mí”. Ésta fue la vivencia de Sonia Huayta que es la mayor de los niños trabajadores.
Muchos de ellos logran salir bachilleres y algunos incluso salen profesionales pero muchos no. Un gran porcentaje abandona el colegio y se dedican íntegramente a trabajar.
“Yo tenía mi amiga con la que trabajábamos juntas, ella dejó el colegio y por eso mi mami ya no quiso que trabaje yo porque decía que igual iba a dejar los estudios-cuenta Dayana- pero yo quiero estudiar, quiero ser enfermera como mi mamá”, afirma. El último trabajo de Dayana fue en una carpintería y confiesa que lo dejó porque ya estaba muy cansada y le costaba levantarse para ir a trabajar.
De lo que no cabe la menor duda es de que el sistema no deja alternativas para los niños, niñas y adolescentes trabajadores ni para sus padres ya que es evidente que en la mayoría de los casos los niños trabajan para cubrir las carencias que encuentran en el hogar.
No existe un número exacto de niños trabajadores identificado pero se sabe que son muchos más de los que se visibilizan.
En Tarija los niños se dedican fundamentalmente a la revenda de productos como los vendedores de bolsitas del mercado Campesino, cuando son muy pequeños, entre los 8 y 10 años; hacen labores de “changueritos” (cargadores), además de ayudantes en diferentes oficios y rubros.
Entonces…es la última pregunta para Dayana Ivanovich. ¿Cuando seas mamá, dejarás que tus hijos trabajen? “No- responde sin dudar-. No quiero que ellos pasen por esa experiencia porque yo conozco cómo es, se que se pasan malos ratos, y no quiero eso para ellos”, concluye.
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