La “generación ni-ni”, caracterizada por el simultáneo rechazo de los jóvenes a estudiar y a trabajar, se funda en un ámbito familiar, que le otorga al niño-adolescente-joven todas las comodidades, sin promover responsabilidades ni reglas, lo que determina una persona que elige mantener la posición infantil, en la que obtiene todo a cambio de nada.
De acuerdo con el especialista Alvaro Barrios Requena, para esta generación el estudiar o trabajar, se convierte en una actividad innecesaria, ya que “cuando sea mayor tendré todo”, “mis padres me lo darán”. Es un aspecto en el que las necesidades o deseos no hacen presencia, ya que están cubiertos por los padres y en muchos casos ni siquiera por los padres, sino por el dinero.
En este sentido el joven ni-ni, que tiene todas las comodidades y se le da todo, no permitiendo que lo consiga por sí mismo, está expuesto a las frustraciones de una vida cotidiana; en general no tiene estrategias para afrontar el mundo que le rodea, lo que le lleva a responder a la frustración con elevados niveles de agresividad, lo que podríamos llamar una atmosfera explosiva.
Por otra parte, dijo, se encuentran los jóvenes, que ante un futuro sin ideales, encuentran en los grupos y amigos espacios para la expansión y la pérdida de tiempo, llegando a encontrarse con las drogas, el alcohol, las peleas y el sexo, entre otros. “Estos espacios promueven sentimientos placenteros a cambio de nada y que se estructuran en contra de una actitud propia del trabajo”.
En opinión de Barrios Requena, existe una tendencia propia del pensamiento o lógica preoperacional en los jóvenes, que no se quiere dejar o perder; ellos suelen realizar acciones que tienden hacia dos fines, una que implica el vivir el momento, sin pensar en las consecuencias, y la otra que implica vivir el momento “para contar”, es decir, para armar algo así como un anecdotario para los amigos y amigas, a través del cual quedan a calidad de “reconocidos”, como aquel que realizo tal o cual hazaña.
La lógica de vivir el momento, implica el no pensar en el futuro y sus consecuencias y por tanto no hacerse responsables de su propios actos. Los responsables serán mamá y papá, quienes me llamarán la atención, pues siempre es más fácil “pedir disculpas” que “pedir permiso”.
Es como tener una idea que se expresa, en cómo vive el momento, porque no existe futuro, no existen proyecciones o ideales, más aun con los comentarios familiares de que “el país está un desastre”, “que de seguir así es inútil trabajar”.
En este sentido, señaló el especialista, algunos jóvenes no tienen prisa en hacerse mayores, al contrario, se presenta una suerte de demora en la maduración, promoviendo una tendencia a mantener la posición infantilista por los beneficios que proporciona, en contra de un avance hacia la madurez y las responsabilidades propias de la vida adulta.
Esta tendencia regresiva, es sustentada por padres permisivos y sobreprotectores, que siguen manteniendo y sosteniendo a los hijos, incluso muchos años después de la mayoría de edad, sostenidos en la lógica de: “es mi hijo y siempre lo será” o bajo la egida de una lógica en la que “el hijo debe tener lo que yo hubiese deseado, así que le seguiré dando todo”.
En otros casos, se sustenta en el hecho de que los padres indican haberse dado por vencidos y que no tienen opciones, de que su hijo siempre será así y “que no saben qué hacer”; se sostienen en razones emocionales y afectivas para justificar su sobreprotección.
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