Ya se ha hecho una costumbre que cada 1 de mayo el Gobierno anuncie el aumento salarial con el beneplácito de los trabajadores asalariados, que en Bolivia son una minoría. Antes de la llegada al poder de Evo Morales ya se acostumbraba el aumento anual, tanto al mínimo como a la masa salarial.
Luego de superado el gran problema de la hiperinflación de los 80 y cuando la economía entró a desenvolverse con relativa estabilidad del nivel de precios, el salario mínimo siempre se elevó por encima de la inflación.
Desde 1986 y hasta 1996 el salario mínimo subió algo más de cuatro veces y la inflación, medida por el Índice de Precios al Consumidor (IPC), algo más de tres veces. Esto quiere decir que en este periodo ya el salario mínimo había incrementado su capacidad de compra.
Es evidente que en el periodo 2002-2005 se dio el menor incremento del salario mínimo, incluso en los años 2004 y 2005 no se lo incrementó en absoluto. Esto fue consecuencia de que en los primeros años del siglo XXI la economía boliviana tuvo un pobre desempeño, como consecuencia de la crisis regional.
A partir de 1996 y hasta 2014 el salario mínimo se incrementó hasta 5,5 veces, mientras la inflación medida por el IPC sólo lo ha hecho en tres veces, lo cual indica que la capacidad de compra del salario aumentó sustancialmente.
Si el análisis se lo hace no sólo con referencia al comportamiento del mínimo, sino al conjunto de salarios en el sector privado formal, se concluye que durante todo este tiempo se ha generado una redistribución del ingreso al interior de los asalariados.
Mientras en 1996, el salario promedio representaba seis salarios mínimos, para 2013 cae a tres salarios mínimos.
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