El trabajo como empleada del hogar aún no está institucionalizado, recibe poco valor y se considera un modo de supervivencia y un trabajo informal. Nora Paz lucha junto a sus cuatro socias de VIP Hogar para desterrar esta vieja idea y mejorar las condiciones de trabajo del colectivo.
Desde su institución, que se dedica a la intermediación laboral entre este sector de mujeres y los empleadores, premiaron recientemente a 50 empleadas por su responsabilidad y permanencia. Orgullosas por el reconocimiento, también son conscientes de las carencias que sufren.
Una de sus demandas, fundamental para la mayoría, es el seguro sanitario. Sólo las trabajadoras embarazadas y los niños hasta los cinco años pueden acogerse, en la actualidad, a un seguro universal.
Susana Callizaya, una de las trabajadoras premiadas, afirma que cuando está enferma tiene que acudir a un consultorio, donde le hacen esperar todo el día para que la atiendan y los medicamentos son tan caros que casi no puede pagarlos.
La Ley de la Trabajadora del Hogar (aprobada en el año 2003) "no recoge con claridad este tema esencial”, según explica Paz. De tal manera que una empleadora puede asegurar a su empleada pero el importe está a cargo de ambas partes. Por eso muchas trabajadoras del hogar descartan esta opción por falta de recursos económicos.
El permiso de maternidad también está "poco claro”. Son dos reclamos que consideran prioritarias para garantizar los derechos laborales del colectivo. Aún así, se lograron algunos avances con la aprobación de la ley, como el reconocimiento de un día de descanso a la semana o establecer un máximo de diez horas al día de trabajo para las internas.
Por otra parte, también reivindican "respeto a sus vidas privadas”. En la mayoría de los casos eligen este trabajo por una necesidad económica y se ven obligadas a renunciar a sus propias vidas, por las características del trabajo. Pero la realidad es que tienen familias y otras responsabilidades personales con las que también quieren cumplir.
Si hubieran podido elegir les hubiera gustado trabajar en otra profesión. A Natalia Chambi le gustaría ser peluquera o secretaria. Pero tiene que mantener a sus hijos y no "creo que pueda cambiar de trabajo”, manifiesta. Susana Callizaya es más optimista, quiere montar un negocio de abarrotes y sabe que "pronto lo conseguiré”.
Son mujeres trabajadoras que en muchos casos tan sólo cobran el salario mínimo, pero luchan por mejorar su situación.
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