Los meseros y los ayudantes de mecánica son los niños que generan mejores ingresos en la ciudad de Cochabamba. Según datos proporcionados por el Viceministerio de Asuntos del Niño, Niña y Adolescente, los pequeños que trabajan en Cochabamba representan al menos el 25 por ciento de los menores trabajadores de todo el país.
Una serie de investigaciones elaboradas tanto por entidades gubernamentales como por otras instituciones dedicadas a la infancia boliviana revelaron que un ejército de 800 mil niños, niñas y adolescentes se encuentra inserto en el mercado laboral en todo el país, lo que significa que en Cochabamba son 200 mil los niños que trabajan para sobrevivir.
A pesar de que las dos labores mencionadas anteriormente son las mejor remuneradas en la capital, en realidad el sector que concentra a la mayor cantidad de niños trabajadores es el comercio, según revela el Diagnóstico de Trabajo Infantil en Bolivia, elaborado por el equipo de investigadoras María Esther Pozo, Miguelina Leibson y Claudia Calsina del Centro de Estudios Superiores Universitario (CESU) de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS).
Este estudio muestra que los ingresos que generan los niños diariamente oscilan entre los 10 y los 90 bolivianos, pero mientras la mayoría de los varones ganan entre 30 a 50 bolivianos, la mayoría de las niñas gana entre 10 y 25 bolivianos. Trabajan entre dos y 14 horas cada día.
Esta investigación elaboró un diagnóstico específico de la realidad cochabambina y pudo determinar que, entre otras cosas, la mayoría de los niños trabajadores son varones y las principales labores que desempeñan son las de vendedores ambulantes, lustrabotas, lava autos, ayudantes de mecánica, meseros y cargadores en los mercados.
Otras labores en las que también están insertos son la minería, el trabajo dentro de los hogares, la zafra, la limpieza en los cementerios, entre otras.
La edad aproximada en la que los niños de Cochabamba empiezan a trabajar es la de siete años. Pero, según informa el diagnóstico y la investigadora Elizabeth Pozo, “el mayor número de niñas, niños y adolescentes trabajadores, tanto hombres como mujeres, se encuentra en las edades comprendidas entre 14 y 17 años, seguido del grupo etario de 10 a 13 años, por último, un número mínimo de niños y niñas tiene entre siete y nueve años”. Casi todos estos niños aseguran que la principal enfermedad que padecieron fue el cansancio y la fatiga, seguidos por los dolores de espalda, cabeza y estómago.
La mayoría de los niños trabajadores “pertenece a familias migrantes, por lo que aproximadamente el 50 por ciento son personas bilingües que hablan quechua y castellano, seguido del aymara”, dijo Pozo, quien también explicó que “el lugar de nacimiento de la mayoría corresponde a Cochabamba, seguido de Oruro, La Paz y Potosí”. En cuanto a la auto identificación étnica, la mayoría de los niños y adolescentes varones se considera mestiza, mientras que las mujeres se auto identifican como quechuas. Casi todos tienen certificado de nacimiento pero no carné de identidad, pues sólo el 50 por ciento de los hombres y el 30 por ciento de las mujeres cuenta con este documento.
“Son muy pocos los niños trabajadores que dan continuidad a la secundaria”, revela el diagnóstico, que además establece que “en el caso de permanecer en la secundaria, optan por el CEMA (sistema de educación formal para adultos en el turno de la noche)”.
Infancia pobre y excluida
Se calcula que cerca de 2 millones de niños, niñas y adolescentes se encuentran en situación de riesgo por sus condiciones y estilos de vida, dentro de un contexto de pobreza y exclusión.
En los niños y niñas menores de seis años se identifican elevadas tasas de mortalidad, produciéndose alrededor de 22.000 muertes anuales: índices elevados de desnutrición y baja cobertura en la educación inicial, sólo el 17 por ciento tiene acceso.
Cerca de 4 mil niños, niñas y adolescentes viven en la calle, localizados en La Paz, El Alto, Santa Cruz, Cochabamba, Tarija y Sucre. Su situación y condiciones de vida permiten observar un alto nivel de deterioro de su desarrollo, tanto físico, como psico-social, cultural y económico, por lo que son altamente vulnerables al consumo de inhalantes o drogas y alcohol, ligado a la prostitución y comportamiento social más violento.
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