En uno de los momentos de reflexión durante el día encontré una lectura que tenía el siguiente párrafo: “(…) para que los clientes sonrían nuestros empleados y colaboradores deben sonreír primero”.
Qué difícil puede ser cumplir esta premisa que se aplica totalmente en la realidad, debido a que los resultados de negocio dependen directamente de la satisfacción de los clientes y de una forma importante la sonrisa de los empleados es responsabilidad de todos aquellos que supervisan a la gente.
Es acá que surge una pregunta importante con la que me toca lidiar todos los días entre diferentes equipos de trabajo dentro de la misma organización: ¿por qué ante un mismo entorno y un mismo salario económico el nivel de satisfacción de las personas es diferente?
La respuesta está en el salario emocional adicional que reciben las personas de sus líderes, definida como todas aquellas razones no monetarias por las que las personas trabajan contentas, se sienten a gusto, comprometidas y bien alineadas en sus respectivos trabajos. Mientras que un sueldo puede ser mejorado por la competencia, el factor emocional es lo que realmente hace diferencia y consigue empleados leales.
La premisa de empleados satisfechos realmente se ve alimentada entonces cuando los jefes concentran personalmente sus esfuerzos de liderazgo en mejorar el salario emocional que dan a su gente, tratando a sus subordinados como tratarían a sus mejores clientes. El empleado que se siente apreciado posee una actitud positiva, mayor confianza y habilidad para contribuir y colaborar con los objetivos de la empresa.
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