No todos los superiores son iguales. Algunos destacan por su habilidad para delegar, otros no saben cómo impulsar la carrera de sus empleados, y hay quienes viven a expensas de las decisiones tomadas por sus colaboradores. John Hoover, autor de ¿Cómo trabajar para un Idiota? menciona que hay diversas subcategorías de jefes: "dioses", "maquiavélicos", "masoquistas", "sádicos" y "colegas". A continuación describimos algunos:
Endiosado. Literalmente, estas personas sienten que la misión de sus empleados es venerarlos. Les interesa tener la autoridad por sobre todo, se aferran a que su verdad sea única. Cuando en la mañana te cruces con un superior de este perfil más vale dar un saludo educado, sutil, nada de bromas. Dirígete siempre a él o ella como quiera que lo llamen. Si quiere ser el Señor Martínez, en lugar de David, hazlo.
Velan sólo por ellos. Ese es el maquiavélico. No se cree Dios, es una persona inteligente, tiene más juicio y no le importa descargar su frustración con quien se ponga en frente. Es gente que compromete hasta el último esfuerzo de su ser para alcanzar la cúspide. Son superiores, que saben todo, menos lo que nos les interesa (como la salud y el bienestar de los demás).
Si entiendes que los maquiavélicos sólo creen en su avance, evita la competición en todo lo que haga. Intenta adecuar tu lenguaje y conducta para que sientan que comprendes su derecho a ocupar la cima.
Que otros hagan. El jefe masoquista tienen la cualidad de hacer "todo lo posible" porque su departamento fracase, prefiere que los demás o las áreas de arriba solucionen. Son personas que por mayor intento que se haga para convencerlos sobre lo bueno de un proyecto le encuentran dificultades; son quisquillosos. Nada de lo que haga su equipo es suficientemente bueno. Tu jefe masoquista siempre te hablará de las cosas malas que pueden pasar en cualquier escenario o iniciativa que le presentes. Toma nota, para tenerlas en cuenta como medida de precaución y cuando las mencione, simplemente di que tienes contemplados tales escenarios.
Que otros hagan. Tal como sucede cuando un gato atrapa a un ratón, que no lo mata, pero no lo deja marcharse, el jefe sádico se resiste a dejarte cambiar de departamento cuando solicitas una transferencia de área. La lógica de estos individuos es interesante, si nota que avanzas en un proyecto sin problemas, lo asocia con la idea de que no ha conseguido cargarte la mano "lo suficiente", o que si eres tan eficiente y rápido como demuestras deberías realizar más actividades.
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