Cuando se asume la decisión de ser un trabajador independiente se requiere, más que ser valiente, trazar una meta que defina: ser un autoempleado o un empresario, remarcó Javier Díaz, a tiempo de indicar que existe una gran diferencia entre estos cargos, que muchas veces son confundidos.
El autoempleo. Es la calificación más cercana a la libertad laboral. El autoempleado es aquella persona que ha decidido convertirse también en su propio jefe; en otras palabras, cobra por lo que trabaja, ni más ni menos. Sus ingresos van directamente a sus bolsillos, no existen intermediarios ni empresas de por medio, omitiendo, en muchos casos, los impuestos y porcentajes que se lleva el Estado.
Lo negativo del autoempleo. El autoempleado si baja su ritmo trabajará y ganará mucho menos. Si no se mueve por su cuenta y consigue nuevos acuerdos con empresas y particulares corre el riesgo de que deje de percibir cualquier tipo de ingreso y al no tener la cobertura total de una empresa, podría quebrar, más aún cuando no dispone de liquidez y tiene una pequeña cuadrilla de trabajadores a su cargo que le ayudan en sus tareas.
Un empresario. Si el autoempleado era el encargado de llevar adelante su propia marca, buscar nuevos clientes y realizar el trabajo acordado, el empresario ahora pasa a ser la mano coordinadora y administradora de esa empresa. Es decir, los trabajos técnicos ya no son realizados por los empresarios, sino que estos ahora pasan a dirigir la empresa para establecer nuevas estrategias y poder alcanzar objetivos. No es necesario que sus manos trabajen para garantizar la producción de la empresa, dejan a los trabajadores a su cargo.
Similitudes. Se ven como los únicos capaces de llevar a cabo las tareas que se tienen que efectuar. Cuando ellos no están, algunas funciones de producción, ventas o servicios se detienen. Cuando llega un cliente, tiende a solicitar exclusivamente el trato del líder. Si se pone manos a la obra, una hora de trabajo del autoempleado o del empresario equivale a una hora de resultados; sin embargo, una hora delegada podría pasar a convertirse en cinco horas de producción si lo hicieran otros empleados.
El secreto. La capacidad de liderazgo de cada persona, para saber invertir su dinero y recursos humanos a disposición.
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