02 mayo 2013

Ocho de cada 10 ocupados tienen empleo precario

Lleva 10 años trabajando como cerrajero, pero no goza de ningún beneficio social ni de salud. A Héctor Vargas le preocupa su situación, sobre todo porque ya tiene 53 años, pero sonríe y dice: “Hay que buscarle a la vida, lo bueno es que no me enfermo”.

Sin embargo, no faltan los accidentes laborales, hace poco se hizo una herida profunda en la pierna derecha con una sierra, el empleador no le descontó por los dos días que faltó al trabajo, pero la curación la asumió Héctor. Fueron Bs 700.

El hombre gana el 40% de cada trabajo que se recibe en la cerrajería, por lo que al mes percibe entre Bs 800 y 1.500, pero no le alcanza. Vive en la Villa Primero de Mayo y se las ingenia para vender útiles escolares a fin de tener un poco más de dinero.

Como él, hay un ‘ejército’ de trabajadores en el país que, si bien tienen una fuente laboral, cada vez siente que le alcanza para menos.

El crecimiento económico en Bolivia no se traduce en más empleos y menos aún, en trabajos de mayor calidad. Los empleos precarios, incluso en el ámbito formal, son cada vez más y una de sus principales características es que los ingresos no permiten al trabajador cubrir el mínimo de necesidades de la canasta familiar ni tener seguro social ni laboral.

En el país, 79 de cada 100 ocupados tienen un empleo con algún grado de precariedad (media o extrema). La situación empeoró en la última década, porque las cifras de los precarios extremos se duplicaron, asegura el investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), Bruno Rojas (ver infografía Pág. 4).

La precariedad tiene mucho que ver con la informalidad en la que se genera el trabajo, pero ni siquiera en el sector formal está garantizado del todo un buen empleo, según Rojas.

El Estado absorbe el 10% de la población ocupada, pero de esa cifra el 35% son empleos que tienen algún grado de precariedad, dice Rojas.

Los más afectados

Miriam Rocabado Herbas, de 24 años tiene dos hijos. Junto a su esposo puso un negocio de venta de llantas y repuestos de vehículos en la avenida Cumavi que les genera cerca de Bs 3.000 al mes, pero de ahí tiene que pagar Bs 1.400 de alquiler.

Ella siente que el trabajo es bastante sacrificado, sobre todo cuando tiene que levantar las llantas. Como una salida a esa situación, ha iniciado estudios en Derecho y ya cursa el tercer semestre, está esperanzada en terminar pronto su carrera y ejercerla para obtener, sobre todo, mejores ingresos.

Sin embargo, la realidad no es tan aliciente. Los expertos aseguran que los jóvenes y las mujeres, además de los profesionales cada vez más capacitados, son los sectores más vulnerables al desempleo o el sub-empleo en el país. Así coinciden por separado Wilboor Brun, economista del Centro de Estudios Públicos (Populi), y Rojas, del Cedla.

Brun incluso habla de ‘rigideces laborales’ que impiden un mayor acceso de la fuerza laboral joven a una fuente de trabajo. “La mayoría termina en el ámbito informal”, lamenta y considera que a la larga esta situación aumenta los índices de pobreza.

Según Brun, el crecimiento de la economía se sustenta sobre todo en la exportación de materias primas lo que la hace más dependiente, y en los precios internacionales, que la tornan muy volátil.

El investigador Rojas califica este hecho como un “crecimiento económico sin empleo y sin industrialización”, ya que el Producto Interno Bruto creció más del 5%, pero bajó la cantidad y la calidad de em-pleos en el país. En el caso de los jóvenes se habla de una tasa de desempleo del 15% y en cuanto a los profesionales la situación es peor, pues la ausencia de trabajo llega al 25%, dice.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) confirma que los jóvenes tienen tres veces más probabilidades de no encontrar un trabajo y que a mayor formación, la tendencia aumenta.

No se crean empleos

Datos del Cedla muestran que en 2011 solo 21 de cada 100 ocupados contaban con empleos de calidad, estables, con buenos ingresos y acceso a la seguridad social. Según Rojas, esta situación promovió cuatro escenarios: la gente tiende a crear un autoempleo semiempresarial o familiar, que en muchos casos, aún siendo legal, es informal; a emigrar del país en busca de mejores ingresos; a tener varias ocupaciones para generar más ingresos; y a involucrar en la producción a más miembros de la familia, incluso a los hijos pequeños.

A qué apuntar

David Suárez, director del Centro Boliviano de Economía (Cebec), de la Cainco, explica que la política económica actual le da mayor preponderancia a sectores que no generan mucho empleo, como los hidrocarburos y la minería, siendo que también debería apuntarse a la inversión en otras áreas, como la agropecuaria, la agroindustria y los servicios donde se crea más trabajo. “Por ejemplo, la producción de alimentos requiere mucha mano de obra”, dice.

Sin embargo, cree que no existe el ambiente propicio para atraer más inversiones, porque incluso a las empresas formales existentes se las agobia con “reglamentaciones laborales cada vez más rígidas y aportes excesivos que van más allá de sus posibilidades”

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