24 septiembre 2014

Oficios de antaño se resisten a desaparecer

En el mes en el que todos se esmeran por rescatar las tradiciones y costumbres de antaño, queremos homenajear a quienes todavía realizan aquellos oficios del siglo pasado, cuando la ciudad no llegaba más allá de la circunvalación del segundo anillo.
En la capital oriental del siglo pasado había mujeres que cumplían un rol vital en la sociedad; la partera o matrona, la tortera, la lavandera o la costurera.
Son ‘contaditas’ las que siguen realizando aquella labor aprendida de sus madres o abuelas y luchan con las ‘doras’ que poco a poco las están desplazando.
En los barrios cruceños encontramos mujeres valerosas que llevan adelante su hogar, como la partera Lourdes, de Los Mangales; la tortera Roxana, de El Trompillo; la costurera Sonia, de El Pari; la relojera Saritah, de la calle Ayacucho, y la lavandera Irene del barrio Oriental.

Roxana Crespo de Vaca (44).
La tortera de la zona de los hangares del barrio El Trompillo aprendió ese oficio de su suegra hace 14 años y desde entonces se dedica a endulzar los paladares de sus clientes, desde que dejó su ocupación de secretaria ejecutiva.
“Me gusta hacer tortas, este trabajo me permite estar en casa, ayudo a mi esposo y, sobre todo, atiendo a mis cinco hijos”, cuenta.
Su pastelería no tiene nombre, la gente la conoce por la calidad de sus tortas y pasa la voz, su torta estrella es la de tres leches; así le llegan los pedidos, que cada vez son más y más.

Lourdes de Jiménez (55).
Nació en Roboré y aprendió el oficio de enfermera a sus 15 años, posteriormente se formó en San Ignacio de Velasco.
Antes, las enfermeras de los pueblos también eran parteras o matronas y esa fue la especialidad de doña Lourdes.
Emigró a España y al regresar a Santa Cruz retomó su antigua ocupación. Hoy tiene una enfermería en su casa donde acuden los vecinos para calmar su dolor.

Irene Saldías (60).
Llegó de su natal Cuevo (Cordillera) hace 35 años y, con ocho hijos que mantener, se dedicó a lavar ropa ajena de casa en casa.
Doña ‘Iri’ aún continúa ganándose el pan honradamente, aunque ahora trabaja para sus nietos (24) y sus bisnietos (5).

Sarah Ruth Gutiérrez (57).
Aprendió el oficio de relojera de su padre, porque de niña también hacía pan de arroz con su madre y descubrió que se ganaba poco.
Hace 37 años que instaló su mesita en el portón de la Casa Korea (Ayacucho) con la venia de los dueños de ese negocio y con ese trabajo crió a cinco hijos. Todavía sigue ahí, activa y enérgica.

Sonia Zabala de Solano (50).
Vio a su madre en la máquina de coser y siguió sus pasos, estudió secretariado ejecutivo y enfermería pero nunca pudo dejar las agujas, hilos y tijeras.
Instaló su taller en la casa de sus suegros y trabaja sola, diseña, corta, costura y borda las prendas que le encargan. No tiene letrero ni hace publicidad, se recomienda con su trabajo

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