Apenas abre sus ojos, Claudia estira su brazo y alcanza su iPhone. “Así comienza mi día”, admite la empresaria de 36 años que trabaja en una transnacional y pasa sus días respondiendo e-mails, contestando llamadas laborales o lidiando con colegas y clientes. “Admito que mi trabajo me absorbe y eclipsa mi vida personal”, dice la “workaholic”.
El día laboral en la vida moderna nos consume más que antes y nos mantiene atadas a la oficina, ya sea de manera física, virtual o mental, afectando de manera integral nuestra vida. Después de todo, las mujeres necesitamos horarios flexibles para ser mejores esposas y madres; dedicarnos a nuestro bienestar y tener más espacio mental para ser creativas… cuestiones fundamentales que nos hacen más productivas en la oficina.
Sin embargo, para muchas mujeres, el día laboral nunca termina y estamos disponibles a toda hora, literalmente, gracias a nuestros smartphones que chillan con cada email, llamada o mensaje recibido. Nuestros días laborales se traducen a horas infernales y sobrecarga de información.
La conocida economista, consultora y experta en temas de género y ambiente laboral, Sylvia Ann Hewlett, acuñó el término “extreme job” (trabajo extremo) para describir este fenómeno creciente en profesionales de alto nivel que están conectados todo el día.
Hewlett, fundadora de una organización sin fines de lucro que busca desarrollar políticas para mejorar el balance entre la vida personal y el trabajo y autora de varios libros y artículos del Harvard Business Review y el New York Times, determinó que la generación X —personas nacidas entre 1965 y 1978— es la más afectada por este fenómeno.
“Es una tendencia chocante. Es mucho más difícil hoy para una mujer de 30 años manejar un trabajo de tiempo completo y ser madre, que lo era hace 15 años”, dice Hewlett.
No solo la tecnología nos permite contactarnos con jefes y colegas en todo momento, pero todo es más rápido. “¿Te acuerdas de esos días en lo que mandabas algo y recibías la respuesta cuatro días después? Ahora las respuestas son inmediatas, gracias al email. “Las expectativas son diferentes”, aclara la economista.
Una de esas expectativas es la urgencia a contestar emails. ¿Deben ser todos lidiados de manera inmediata? Claro que no! El mensaje no requiere una respuesta veloz, pero no responder un email para muchas se siente como una ofensa; sentimos que no responder un email de manera inmediata da a entender a la otra persona que no es lo suficientemente importante para requerir nuestra atención. Y, ¿qué mujer, que desea subir la escalera corporativa, quiere darle esa impresión a su jefe o cliente?
Lo mismo sucede con nuestros colegas: mientras pasamos más tiempo en la oficina, más cercanas se vuelven nuestras relaciones con nuestros compañeros, lo que a su vez difumina los límites entre la vida personal y profesional, afectando nuestra verdadera vida personal.
Otra consecuencia accidental de nuestros triunfos en la oficina es que hoy somos nuestras propias secretarias. Una mujer hoy puede tener el mismo trabajo que su padre tenía hace 30 años, pero como Hewlett dice: “él no hacia sus propias llamadas ni redactaba sus propias cartas”.
Desconéctate del trabajo
Tu jefe te localiza por la noche, tus compañeros te llaman a la hora del almuerzo, recibes un email el viernes por la noche para enterarte que tu plazo es el lunes... Todos esos aparatitos que se han inventado para facilitarnos la vida laboral acaban siendo los culpables de que no podamos huir de nuestras responsabilidades ni delimitar nuestra vida personal de la profesional. Lo que pasa es que... ¡No podemos desconectarnos del trabajo!
Es fundamental que seas tú quién dé el primer paso y te convenzas de que tienes derecho a disfrutar de tu tiempo libre. Este interminable y moderno día laboral, forzó a algunas mujeres a reescribir las reglas. “Debemos entrenar a nuestros clientes y colegas a no esperar una respuesta nuestra durante el fin de semana o pasadas las siete de la noche”, aconseja la experta. Una cosa es demostrar que estás disponible para el trabajo y otra, muy distinta, que sólo vives para él. “La tecnología me forzó a tomar una decisión consciente para estar presente con la persona con la que estoy y disfrutar del momento desconectada del trabajo. Así soy más productiva en el trabajo, además de mejor amiga, esposa y madre”, admite Claudia. /
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