National Review publicaba recientemente un interesante reportaje de Kevin Williamson sobre el estado de la región de los Apalaches, que ofrece una descripción valiosa de sus problemas, además de un relato de cómo la gente canjea sus vales de comida por cajas de refrescos, que luego vende por dinero u otras cosas.
Pero el artículo también tiene una moraleja: el gran problema, sostiene Williamson, es la forma en que la ayuda pública crea dependencia.
Es la idea de Paul Ryan de que el colchón de seguridad es una ‘hamaca’ que hace que la vida sea demasiado fácil para los pobres.
Pero ¿respaldan realmente esta opinión los datos sobre la región de los Apalaches? No, no lo hacen. De hecho, ni siquiera los datos presentados en el artículo la respaldan.
Factores económicos
Williamson hace caso omiso de los indicios de que los factores económicos podrían estar provocando el desplome social en esa región: “Si buscas la catástrofe que ha hundido esta zona, descubrirás al final una historia aterradora: no ocurrió nada”.
Pero se contradice a sí mismo casi a renglón seguido al señalar que el empleo en el este de Kentucky ha disminuido con el declive del carbón y de la escasa industria que la zona tenía antes.
Es cierto que no hubo un momento repentino en el que el principal empleador de la zona echase el cierre; fue un proceso paulatino.
Pero ¿y qué? La historia oculta de la región de los Apalaches es en realidad la de la reducción de las oportunidades de trabajo. Revisando la tasa de desempleo del condado de Owsley en Kentucky se evidencia un declive en la generación de empleos a partir del año 2010. En este sentido, la tasa de desempleo se incrementó de un 9 a más del 11,5% durante el último decenio.
Entonces, ¿es una sorpresa que la gente haya recurrido a los vales de alimentos?
¿Y qué harían si no tuviesen vales de comida? Williamson es un periodista demasiado bueno como para mantener que la gente podría encontrar un empleo en el este de Kentucky si realmente quisiese trabajar.
Migración forzada
En cambio, mantiene implícitamente que el ‘subsidio’ fomenta la dependencia al permitir que la gente se quede en su condado natal en lugar de irse a otro lugar. Puede ser. Pero, como también señala, mucha gente se está marchando. De hecho, se ha estado marchando en tropel.
De acuerdo con los datos oficiales que reportan los efectos de la recesión en Estados Unidos, el número de habitantes que viven en el condado de Owsley en Kentucky se redujo de 5.700 en la década de los 80 a 4.600 para la presente gestión.
Por eso, el peligro moral no parece tan grave. Principalmente, esto se asemeja a una historia de lo que sucede cuando una región se enfrenta a una pérdida drástica de oportunidades económicas. Ah, y en cuanto a los refrescos: estas cosas pasan cuando tratas de proporcionar ayuda en especie a gente muy pobre. Si le das vales de alimentos a una persona solo moderadamente pobre, seguramente estará dispuesta a usarlos todos en comida.
Si le das estos vales a una persona muy pobre que casi no tiene ninguna otra fuente de ingresos, intentará convertir una parte de ellos en dinero para gastarlo en otras cosas.
Esto no quiere decir que esté recibiendo demasiada ayuda; solo quiere decir que está bastante desesperada en general, no solo en lo que se refiere a su presupuesto para comida.
Y volviendo al tema más general: mi opinión sobre el reportaje de Williamson es que dice, básicamente, que el sociólogo William Julius Wilson tenía razón. Como es bien sabido, Wilson sostuvo que los problemas sociales de los negros urbanos surgían, no porque hubiese algo malo en su cultura, sino porque las oportunidades de trabajo desaparecieron en los centros urbanos.
Sin oportunidades
Y, como era de esperar, cuando la gente temerosa de Dios (y sin duda blanca) de la región de los Apalaches se enfrenta a una pérdida de oportunidades de trabajo, su región se convierte en lo que Williamson llama el Gran Gueto Blanco.
Y esto, a su vez, nos dice que el problema no es que Estados Unidos se esté convirtiendo en un país de aprovechados; es el hecho de que nos estamos convirtiendo en un país que no ofrece suficientes oportunidades económicas a la mitad más pobre, o quizás incluso al 80% más pobre, de sus ciudadanos
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