Gracias a las luchas obreras del 1 de Mayo de 1886, se lograron conquistar derechos básicos como: un máximo de 8 horas diarias de trabajo, vacaciones de 15 días por año y un salario mínimo mensual. Pese a lo expuesto, en Bolivia gran parte de la población trabaja más horas por un salario inferior al mínimo.
Sólo un 40% de los bolivianos, hombres en su mayoría, tiene acceso a un trabajo formal, que aun siendo reconocido puede ser mal remunerado. Un 60% de la población en Bolivia, en su mayoría mujeres, trabaja en la informalidad y, por consecuencia, vive en condiciones precarias. Por eso, a menudo, los bolivianos tienden a dedicarse al comercio y se caracterizan por ser muy emprendedores.
En Bolivia es muy común que los niños trabajen como “voceadores” (gritando el recorrido del bus y cobrando pasajes), lustrabotas, lava autos, repartidores de periódico, vendedores, etc., para ganar alrededor de 20 euros al mes por un promedio de 27 horas a la semana.
El trabajo infantil escandaliza a los visitantes del primer mundo. No obstante, no en todas las sociedades es mal visto. Es, simplemente, un modo de educación diferente. Lo que no quiere decir que se pueda dejar de prestar atención a las condiciones en las que trabajan.
En Bolivia, la población rural infantil representa un porcentaje elevado de la población infantil económicamente activa: 80%. Esto se da en un contexto cultural andino, donde el trabajo agrícola forma parte de la formación de los niños (aprenden practicando). Pero, cuando migran, lo pocos niños que logran ir a la escuela, sufren un desfase cognitivo, puesto que el modelo educacional en la ciudad es teórico y las condicione de trabajo son más duras.
La tradición del trabajo en Bolivia, nos invita a revisar nuestras concepciones sobre “infancia” y “trabajo”. “Según la cultura andina, muy presente en el campo todavía, el trabajo de los niños es parte del proceso de aprendizaje y de socialización de cada individuo”.
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