20 diciembre 2015

Un tercio de los “lustras” tiene entre 15 y 30 años, vino del campo a la ciudad por falta de oportunidades en su tierra y la desintegración familiar

“No quiero lustrar botas para siempre, pero hasta mientras con mi caja estoy bien”, dice Diego Cruz (20), un joven tarateño que trabaja de “lustra” desde hace ocho años y que forma parte de los más de 50 jóvenes que se dedican circunstancialmente a este oficio en la región metropolitana de Cochabamba.

Aunque no hay un censo oficial de lustrabotas en Cochabamba, se prevé que en las ciudades de Cercado, Quillacollo, Tiquipaya y Colcapirhua hay aproximadamente unos 150, de los que sólo 48 están afiliados a la Asociación de Lustradores 1 de Mayo, la única de este tipo en la región, según explicó el dirigente Roger Aguilar. De ellos casi un tercio tiene entre 15 y 30 años.

La asociación, fundada en 1945, muchos años antes de la Reforma Agraria y de que se declarara en Bolivia el voto universal, va por su quinta generación de lustrabotas y no teme que el oficio se acabe, a pesar de que sólo hay 15 integrantes jóvenes.

El oficio del lustrabotas puede ser circunstancial e intermitente. Diego es ambulante, no forma parte del sindicato, a veces trabaja de peón, otras de ayudante en tiendas o lo que pueda y gana de 20 a 50 bolivianos por día.

--Son “muy cerrados”-- dice.

--Mi principal ingreso es lustrar botas señala, mientras dirige su mirada al piso.

José (18) y Richar (17) lustran botas en la esquina de las calles 25 de Mayo y Sucre, en el centro histórico de Cochabamba. Son amigos desde hace seis años. José empezó en el oficio a sus siete años, en cambio Richard lo hizo a los nueve. Ambos aprendieron el oficio de sus padres.

Los jóvenes, que pidieron anonimato, son hinchas de Wilstermann, uno de los dos equipos más importantes de Cochabamba, además que revelaron que son miembros de los Gurkas (barra brava). Aseguran que lustrar botas es más fácil que otros oficios y que sus ingresos son mínimamente 40 bolivianos, aunque llegan hasta 100 en un buen día.

¿En qué gastan su dinero? Ganar entre 40 y 100 por día parece una buena faena. Sin embargo, les alcanza para lo necesario. José ya es padre de una niña de seis meses y sabe que eso cuesta. Se separó, pero ayuda con lo que puede. Cuando le sobra dinero compra películas “piratas”. “Se vive, no me quejo”, señaló.

¿Por qué ser lustrabotas? No se gana mal, dice Diego. Cuando se salió de la comunidad de Santa Rosa, Tarata, cansado de la falta de ingresos y de la borrachera de su padre, a sus 10 años, trabajó de vendedor de helados, de ayudante de una chicharronera y de peón de albañil. Ninguno de estos oficios le rindió como el de lustrabotas. Tiene ocho hermanos. Su hermano mayor se fue a Villazón, y algunas de sus hermanas se casaron. Después de unos meses de salirse de su casa volvió a su hogar pero no para quedarse. Empezó a viajar más seguido, entre Tarata y Cercado, trabajando de peón en algunas construcciones, ayudante en tiendas y lustrabotas. Su primera caja de lustrar le duró seis años. Hace unos meses renovó el equipo y añadió a sus rutas las plazas y calles de Quillacollo, Tiquipaya y muy pronto el trópico de Cochabamba, donde espera “jubilarse”, ya que uno de sus amigos le dijo que allá las cosas van muy bien y le invitó a ayudarle en su chaco. Diego, que cumplió 20 años hace poco, llevará su caja porque siempre “le salva”. En un buen día saca 50 bolivianos y 20 en uno malo.

-- ¿Estás desempleado? -- No, si no hay trabajo lustro zapatos.

Richar en cambio, heredó el oficio de su padre. Dice que lustrar botas es fácil y que siempre hay algún ingreso extra. Si algún día falta, limpian vidrios o lavan autos. Si esto también falla planifican un “descampado“ (robo de billetera o cartera).

Esta población no está en situación de calle, pero sí en un escenario vulnerable, según la psicóloga Sofía Guaraguara, fundadora del Centro Uyarina, Punto de Encuentro, institución que trabaja con niños y adolescentes en situación o riesgo de calle.

“Son trabajadores esporádicos, un día son lustrabotas y otro limpian vidrios, generalmente tienen una historia de calle, pero (los lustrabotas) habitualmente no están en esa situación, sino en riesgo. La calle es una institución, donde los jóvenes buscan lo que no encuentran en casa”, señaló.

Éste no es el caso de Jhamil (nombre ficticio), un joven de 25 años que lustra botas en la Aroma y San Martín. Acompañado de su concubina, que tiene seis meses de embarazo, trabaja en la silla que heredó de su padre. “Yo soy el asesor de imagen de los lustras”, dice, ya que es el único que trabaja en esa esquina.

“Trabajamos bien, pero nos falta apoyo. Si alguien se enferma no hay dónde ir y si no junto platita para fin de año, no tengo Navidad”, señaló.

Una caja cuesta entre 80 y 90 bolivianos, con todos los implementos -cepillos, cremas y franela - y dura de tres a seis meses.

El dirigente Roger Aguilar dijo que los que pertenecen al sindicato ponen a 10 bolivianos al mes para apoyar en caso de que alguno de sus asociados sufra algún problema de salud. No tiene naguinaldo (menos doble aguinaldo). Dijeron que hasta fin de año buscarán al presidente Evo Morales para pedirle que viabilice una ley de apoyo al sector, que está trabada desde 2012. “No quiero ser lustra toda mi vida”

Ni Diego, ni Richar y tampoco Jóse quieren ser lustras toda su vida. Sus planes varían entre ir al cuartel, terminar el colegio. José llegó a segundo medio, Richard está en un nocturno, Diego llegó a quinto y ya no estudiará y buscará un trabajo más “fijo”. Pero, mientras no haya opción, seguirán con la “pega”.

Casi no hay mujeres en el oficio. En la Asociación 1 de Mayo, sólo dos de los 48 miembros son mujeres. Según los jóvenes, ellas aparecen sólo los días que hay desfile y llegan desde La Paz y no interactúan con los del valle.

“La gente nos mira y se aleja. A veces estamos sucios y eso nos miran. Las señoras mayores nos ‘chivolean’, nos tratan como a llokallas”, relata Richar, quien asegura que la discriminación todavía se siente.

Las cifras del desempleo o los planes de las alcaldías pasan desapercibidas en la calle. José recibió una vez una caja, que fue regalo del presidente Evo Morales, en 2012. Algunas veces, Entel apoya con sombrillas a los lustras que tienen sillas en la plaza 14 de Septiembre, pero a ellos sólo los auspicia la calle.



Nota.- La crónica fue elaborada para el fondo concursable sobre desempleo juvenil en Bolivia. Es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidaridad Suiza.



“No quiero ser lustra toda mi vida, pero hasta mientras con mi caja estoy bien. Quiero llegar a Chapare y buscar algo más fijo”

Diego, 20 años | Lustrabotas



“Trabajamos bien, pero nos falta apoyo. Si alguien se enferma no hay dónde ir y si no junto platita para fin de año no tengo Navidad”

Jhamil, 25 años | Lustrabotas

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