Después de interiorizarse con sus pensamientos, conocer su entorno, ser parte de su rutina y aprender de sus costumbres, la fotógrafa brasileña Katyussa Veiga pudo retratar a niños y niñas de El Alto que, de forma natural y sin reproches, hicieron del trabajo un estilo de vida.
Estas fotografías, que buscan reflejar la problemática del trabajo infantil desde una mirada íntima, espontánea y reflexiva, forman parte de la exposición K’apa Wawa, miradas desde El Alto, impulsada por la Fundación DyA Bolivia, que se realizará hasta el 30 de abril, en el Espacio Creativo IMA, ubicado en la avenida 20 de Octubre 2457, zona Sopocachi .
El propósito de esta muestra, asegura Veiga, es provocar una reflexión sobre la temática, pero a la vez mostrar el talento y potencial que desarrollan los pequeños ante una necesidad familiar de generar más ingresos.
"Al verlos y escucharlos me di cuenta que trabajar es parte de su dinámica familiar; ellos asumen una responsabilidad, pero no se sienten explotados. La intención de la exposición es mostrar que hay dificultades en este proceso, pero también esperanza para ellos”, expresa.
El término aymara k’apa wawa se refiere a niños y niñas que muestran una gran capacidad de ayuda a la familia, tanto en el espacio doméstico como en el área laboral familiar, algo que es valorado en el entorno social.
"Sin embargo, muchas veces los k’apa wawa, por el rol en la economía familiar, son los más propensos a abandonar la escuela, y su presencia en las actividades laborales junto a los adultos los expone a condiciones de riesgo y obstruye su desarrollo integral”, explica Luis Stacey Retamal, director ejecutivo de la Fundación DyA Bolivia.
Según el censo de trabajo infantil de 2010, en Bolivia hay más de 848 mil niños, niñas y adolescentes de entre cinco y 17 años en situación de trabajo infantil. El Alto es una de las ciudades con los índices más altos de ocupación económica informal.
Stacey asegura que existirán 40.000 menores en trabajos de riesgo en calle, y más de 100 mil se encuentra dentro de los negocios familiares y domésticos, en los que cumplen un papel de apoyo a la economía de las familias.
En esta exposición, compuesta de 48 fotografías, la artista refleja el trabajo que desarrollan dentro y fuera de sus casas, algunos apoyando en los quehaceres del hogar, mientras otros trabajan en panaderías, carnicerías, minibuses y puestos de comida.
Adentrándose en todos estos espacios, Veiga quedó conmovida por la apertura de las familias y la inocencia de los niños, quienes además de permitirle su participación en las actividades cotidianas, se mostraron tal y como son frente a su cámara fotográfica.
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